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12 de Junio, 2011 · General

Realismo Mágico y lo Real Maravilloso

Realismo magico :

El realismo mágico es un género artístico y literario de mediados del siglo **. El término fue inicialmente usado por un crítico de arte, el alemán Franz Roh, para describir una pintura que demostraba una realidad alterada, pero fue usado más tarde por el venezolano Arturo Uslar Pietri para describir el trabajo de ciertos escritores latinoamericanos.

Entre sus principales exponentes están el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el colombiano Gabriel García Márquez, ambos galardonados con el Premio Nobel de Literatura, aunque muchos aclaman como padres del realismo mágico a Arturo Uslar Pietri, y a Juan Rulfo. Jorge Luis Borges también ha sido relacionado al realismo mágico pero su negación absoluta del realismo como género o mera posibilidad literaria lo pone contra este movimiento. Laura Esquivel de México con "Como agua para chocolate" y Alejo Carpentier, de Cuba, en su prólogo al Reino de este mundo, define su escritura inventando el concepto de "real maravilloso", que a pesar de sus semejanzas con el realismo mágico de Gabriel García Márquez, no se tiene que asimilar con él. El realismo mágico se desarrolló muy fuertemente en las décadas del '60 y '70, producto de las discrepancias entre dos visiones que convivían en Hispanoamérica en ese momento: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Además surgió como modo de reaccionar mediante la palabra a los regímenes dictatoriales de la época. Sin embargo, existen textos de este tipo desde la década de 1930, de la mano de las obras de José de la Cuadra

El realismo mágico se define como la preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es la de suscitar emociones sino más bien expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad. Una de las obras más representativas de este estilo es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
El realismo mágico comparte ciertas características con el realismo épico, como la pretensión de dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal, a diferencia de la actitud nihilista asumida originalmente por las vanguardias como el surrealismo.

Una vez Gabriel García Márquez dijo: “Mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía. Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga.”

Lo real maravilloso:

A fines del año 1943 tuve la suerte de poder visitar el reino de Henrí Christophe —las ruinas, tan poéticas, de Sans-Souci; la mole, imponentemente intacta a pesar de rayos y terremotos, de la Ciudadela La Ferriére— y de conocer la todavía normanda Ciudad del Cabo —el Cap Françáis de la antigua colonia—, donde una calle de larguísimos balcones conduce al palacio de cantería habitado antaño por Paulina Bonaparte. Después de sentir el nada mentido sortilegio de las tierras de Haití, de haber hallado advertencias mágicas en los caminos rojos de la Meseta Central, de haber oído los tambores del Petro y del Rada, me vi llevado a acercar la maravillosa realidad vivida a la acotante pretensión de suscitar lo maravilloso que caracterizó ciertas literaturas europeas de estos últimos treinta años. Lo maravilloso, buscado a través de los viejos clisés de la selva de Brocelianda, de los caballeros de la Mesa Redonda, del encantador Merlín y del ciclo de Arturo. Lo maravilloso, pobremente sugerido por los oficios y deformidades de los personajes de feria — ¿no se cansarán los jóvenes poetas franceses de los fenómenos y payasos de la fête foraine, de los que ya Rimbaud se había despedido en su Alquimia del Verbo?—. Lo maravilloso, obtenido con trucos de prestidigitación, reuniéndose objetos que para riada suelen encontrarse: la vieja y embustera historia del encuentro fortuito del paraguas y de la máquina de coser sobre una mesa de disección, generador de las cucharas de armiño, los caracoles en el taxi pluvioso, la cabeza de león en la pelvis de una viuda, de las exposiciones surrealistas. O, todavía, lo maravilloso literario: el rey de la Julieta de Sade, el supermacho de Jarry, el monje de Lewis, la utilería escalofriante de la novela negra inglesa: fantasmas, sacerdotes emparedados, licantropías, manos clavadas sobre la puerta de un castillo.


publicado por seres a las 11:57 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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